jueves, 31 de marzo de 2011

Resumen: Marx y Engels, Ideología alemana (I. A)

Marx y Engels, La ideología alemana, México, Cultura Popular, 1974, Cap. I.A (pp.15-55)
Glosa de Rodrigo Gastón García

“Al combatir solamente las frases de este mundo, no combaten en modo alguno el mundo real existente.”

Marx y Engels comienzan su texto en una clara ruptura con el sistema hegeliano –si bien no es cierto que “tiren a Hegel por la borda”–, criticando duramente la sumisión del pensamiento alemán a dicho sistema filosófico, pensamiento que, por esto, quedaba encerrado en sí mismo, dirigiendo su potencial crítico solamente hacia sí. La crítica a la religión, a la que al parecer se limitaba el pensamiento alemán, es el mejor ejemplo, pues los neohegelianos mantenían que la única superación filosóficamente posible era la superación del pensamiento por el pensamiento mismo; el combate de ciertas frases con otras. Marx y Engels no comparten este planteamiento, y contra él esgrimen las “armas de la crítica.” ¿Dónde queda entonces la realidad, el “mundo real existente”?, es la pregunta que hacen estos autores ante los neohegelianos, y ante el mismo Hegel:

“A ninguno de estos filósofos se le ha ocurrido siquiera preguntar por el entronque de la filosofía alemana con la realidad de Alemania, por el entronque de su crítica con el propio mundo material que la rodea.”

Por consiguiente, los autores ponen en definitiva prioridad a este mundo en su concreción. Lo que hace al humano ser humano, es antes que nada, su realidad material, la producción y reproducción de su propia vida –tanto material como espiritual–; y no la conciencia o la ideología como tal. Aquí un aspecto elemental de esta teoría materialista: la esencia del ser humano, a diferencia del animal, reside pues en la producción. El ser humano, a través de sus fuerzas productivas, produce de cierta manera (modo de producción) los medios necesarios para la preservación de su existencia, y es este qué y cómo produce lo que determinará el modo de vida, en el sentido más amplio, del humano:
“Este modo de producción no debe considerarse solamente en cuanto es la reproducción de la existencia física de los individuos. Es ya, más bien, un determinado modo de actividad de estos individuos, un determinado modo de manifestar su vida, un determinado modo de vida de los mismos.”
De aquí se sigue que las representaciones humanas –las ideas, la religión, la moral, la ciencia, la filosofía misma, etcétera– emanan de la vida material de los seres humanos, y no al revés, como aseguran los idealistas. Nos queda claro después de esto, que la teoría denominada marxista parte, en efecto, del ser humano de carne y hueso, y no de un Espíritu que sobrevuela encima de aquél.

Posteriormente, abordan el tema de las diferentes formas de propiedad a través de la historia, aunque no profundizan demasiado en ellas, que son:
  1. La propiedad de la tribu.
  2. La propiedad comunal.
  3. La propiedad feudal.
  4. La cuarta forma de propiedad correspondería al capital, pero esto más bien queda insinuado.
 En las páginas de La Ideología introducen un concepto que ha sido muy retomado, el de “interés general ilusorio”, el cual hace referencia a la capacidad que tiene la clase que posee el poder político de hacer pasar por interés común –es decir, un interés de todos y para todos– un interés particular de tal clase, naturalizando de cierta forma, o legitimando, su dominación sobre el resto de la sociedad, que queda enajenada en el proceso. Y justamente lo que hacen Marx y Engels es desnaturalizar la realidad social, mostrar que el estado actual de las cosas no es inevitable, sino que obedece a una organización de la producción específica (el modo de producción capitalista).

También señalan ciertas condiciones necesarias para la inevitable revolución proletaria –desaparición de la propiedad privada, de la división del trabajo y de las clases sociales–, a la cual aspiran:
  1. Que el modo de producción capitalista engendre una enorme masa, a nivel mundial, de “desposeídos”.
  2. Que exista un gran desarrollo de las fuerzas productivas, es decir, su incremento, pues de lo contrario, lo único que podría generalizarse sería la escasez.
Sin estas condiciones, aseguran, el comunismo sólo podría ocurrir como fenómeno local.

La premisa fundamental del marxismo se perfila claramente:
“Cuando millones de proletarios no se sienten satisfechos, ni mucho menos, con sus condiciones de vida […] de lo que se trata, en realidad y para el materialista práctico, es decir, para el comunista, es de revolucionar el mundo existente, de atacar prácticamente y de hacer cambiar las cosas con que nos encontramos.”

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